El taller de Santa, en plena
producción, llenaba a los duendes de gran emoción. Trabajaban duro, todos muy atentos, con una sonrisa y
siempre contentos.
Pero ocurrió un día algo
inesperado y todo producto de un duende cansado. El duende anotaba pedido a
pedido y sin darse cuenta, se quedó dormido.
Sobre las cartitas cayó
desplomado y con los pedidos, armó un desparramo.Despertó de pronto, algo
confundido, todavía estaba un tanto dormido. “El tiempo perdido recuperaré y con los pedidos ya me apuraré”.
Mas no siempre ayuda estar
apurados, sin querer podemos ser muy descuidados.
Y mezcló las cartas, todos los
pedidos y Santa decía: “¿Qué haremos,
Dios mío?”
Preocupado, el duende dijo sin
dudar: “Este grave error deberé
enmendar”.
“Un poco de ayuda necesitaré, a mis amiguitos se la pediré”.
De los animales, el duende era
amigo; los reunió a todos y contó lo ocurrido.
Todos se pusieron pronto a
trabajar, sobres y cartitas a clasificar.
Y ordenaron todo al final del
día, y Santa saltaba con gran alegría.
El duende aprendió más de una
lección, las recordó todas a la perfección:
Trabajar con sueño no es lo
mejor, puede conducirnos a más de un error.
Apurarse mucho nunca es solución,
el apuro trae mucha confusión.
Con amor ayuda un muy buen amigo
y con esa ayuda se llega a destino.
Fin
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